Si la autoestima es mirar con aceptación y compasión nuestro yo interior, practicar mindfulness es darle ese espacio que merece nuestra persona, con armonía y delicadeza.
Y es que la autoestima sufre cuando ocurren experiencias dolorosas que escapan a nuestro control. Casi de manera automática nos sentimos culpables de lo que nos ha pasado y rápidamente fabricamos comentarios autocríticos que etiquetan lo sucedido en la carpeta de los fracasos.
La experiencia y la vida misma va haciendo mella en nuestra autoestima por la simple razón de no saber encajar lo que nos pasa.
¿Cómo influye en la autoestima?
Para solucionar esta manía de sufrir por lo que escapa a nuestro control, la práctica de mindfulness puede ayudarnos:
- La atención plena disminuye la obsesión por querer controlarlo todo y nos da una visión de nosotros mismos como individuos dentro de un océano de acontecimientos ajenos a nuestra voluntad
- Tomar una pausa en nuestros días estresados y automáticos nos ayuda a no ir como robots automáticos donde lo que hacemos viene impuesto por la sociedad
- Los ejercicios de respiración y consciencia en el ahora nos empodera ya que nos mantiene en el momento presente, y nos genera la sensación placentera de tener el control sobre lo que está cerca, lo que nos ocurre en este preciso momento.
- Practicar mindfulness tiene multitud de beneficios en el cerebro, uno de ellos es disminuir la actividad neuronal en zonas destinadas al proceso del estrés y la atención
- Los ejercicios de meditación ayudan a la concentración y la atención, de manera que ejercitamos la focalización en tareas productivas y no nos dispersamos encadenando unos pensamientos a otros
- La autoestima tiene un lado oscuro y este es la crítica patológica. Tendemos a usar un lenguaje juicioso sobre nosotros mismos, centrado en los supuestos fracasos del pasado, en la manera en que se dirigían a nosotros nuestros padres o tutores, amigos y personas importantes.
- El mindfulness no juzga, por tanto nos ayuda en el insight de analizar nuestras creencias más profundas.
- Se convierte en una herramienta perfecta para desconectar mentalmente.
Todas estas características positivas que nos aporta la meditación y el mindfulness interviene directamente en nuestra manera de pensar y ver el mundo.
Los heurísticos (pensamientos y procesos automáticos generados por nuestro cerebro para economizar energía) nos ha servido para adaptarnos como especie, y en las grandes ciudades seguimos utilizándolos para tareas cotidianas como coger el metro, subir las escaleras, cruzar una calle,… todo eso lo hacemos de manera automática e inconscientes, y a veces no sabemos cómo hemos llegado al trabajo.
Con nuestra manera de pensar pasa un poco igual, y los prejuicios nos han alertado de posibles peligros hasta llegar a salvarnos la vida en el pasado. Por ejemplo, si en plena noche vemos a un señor venir directo a nosotros, casi sin pensar nos fijamos en sus ropas y su manera de andar y hacemos un juicio de la situación.
La manera con la que nos juzgamos a nosotros mismos funciona un poco igual, de manera que nuestras creencias limitan nuestras capacidades y talentos.
La autoestima se esconde y protege de nosotros mismos cuando la tratamos mal, sufre y no consigue brillar como merece.
La meditación y la práctica del mindfulness nos permite cuestionar la manera con la que nos dirigimos a nosotros mismos en un silencio y una quietud que solo la consciencia plena puede darnos.
Practica mindfulness. Protege tu autoestima.
Veamos un ejercicio de quietud mental que puedes practicar ahora mismo.
Tómate un descanso.
Un descanso de pensar, decidir y mirar el teléfono. Deja la TV por un momento, deja de leer, ahora es un momento para ti.
Y vamos a comenzar con la respiración, ya que siempre que te sientas nervioso o inquieto, mira tu respiración, seguro que estas respirando mal, entrecortado, superficial.
Por ello, respiramos hondo ahora, tomando por la nariz, expulsando por la boca. Tres veces nada más. Toma 5 segundos para inspirar, 2 aguantando el aire en tus pulmones y abdomen, y 8 segundos para espirara.
Estamos sentados o acostados, no importa, pero fíjate en tus hombros, tu mandíbula, y el peso de tus brazos mientras respiras profundamente.
Nadie ha podido hacer esto sin tener pensamientos, imágenes y sensaciones extrañas que nos distraigan.
Imagina que todo lo que te viene a la mente son fenómenos que observas desde fuera, como si estuvieras sentado junto a un río y esos pensamientos intrusivos, esas extrañas formas y voces, fuera el caudal del agua que cae con frenesí, mientras tú permaneces tranquilo mirando lo que pasa junto a tus pies.
Tu cuerpo está relajado, tu mente solo observa.