"¿Para qué te quejas?" Análisis de una absurda adicción

«¿Para qué te quejas?» Análisis de una absurda adicción

El otro día estuve pensando en esto de quejarnos y llegué a una reflexión que me gustaría compartir contigo.

En realidad, cuando nos quejamos todo el tiempo, todos los días, estamos expresando un síntoma que nos indica que algo no va bien en nuestra vida.

Nuestro cuerpo, nuestra mente, reaccionan a ello así, porque no saben cómo resolver ese desequilibrio. Y digo desequilibrio porque es la diferencia entre lo que queremos, y lo que somos. Una frustración que emerge en forma de queja constante, pesimismo, e ira.

De esta manera, debemos dar gracias a las quejas ya que ellas nos indican que debemos cambiar. Es como cuando nos duele alguna parte del cuerpo, la rodilla por ejemplo, el cerebro nos dice en forma de dolor que algo le está pasando a la articulación.

Las quejas funcionan igual.

Pues bien, para lograr ese cambio de comportamiento al que nos hemos habituados, los primeros que debemos cambiar somos nosotros mismos.

¿Y cómo lo hacemos? ¿Porqué debo cambiar yo y no aquello que me está causando ese desazón?

Hay dos salidas a esta situación, no hay más.

O cambiamos la manera de ver aceptando al mismo tiempo, o cambiamos la forma de ver y aceptamos al mismo tiempo 😉

La visión de injusticia: el origen de las quejas

Es habitual extrapolar nuestra frustración al mundo e injusticias que nos rodean, las que vemos, o las que nos dejan ver a través de la TV.

Creemos que cambiando aquello injusto que detectamos, también cambiará nuestra situación.

Esto es algo que usan bastante los partidos políticos extremistas (tanto de izquierdas como derecha) para ganar votos. Te bombardean diariamente con noticias cargadas emocionalmente creando tensión, para luego venderte sus propuestas donde dejan ver solo una solución parcial y sesgada de nuestra vida, derechos y libertades.

En psicología usamos un término llamado distorsión o sesgo cognitivo, más concretamente el de falacia de justicia, donde las personas que «la sufren» ver el mundo como un lugar constantemente injusto y donde ocurren cosas que no consigue entender. Asesinatos, guerras, hambruna, desastres medio ambientales,… terminan centrando su atención en este tipo de sucesos más que otros, e incluso recuerdan mejor lo negativo que lo positivo que pueda ocurrirles.

Pero hay una reacción que hace que resulte difícil salir de las quejas constantes, y este es, el condicionamiento operante. Este concepto muy usado en psicología conductista, nos dice que un comportamiento aumenta o disminuye si tras una conducta hemos recibido una recompensa o en cambio un castigo.

¿Y qué tiene que ver eso con las quejas? Las personas que se quejan, como hemos dicho, reaccionan a un estímulo (más bien a una interpretación de ese estímulo en forma de pensamiento) que les ha producido cierta tensión, ansiedad, o en definitiva una emoción desagradable, y encuentra en la expresión de las quejas cierta liberación, un desahogo que lo lleva a «ser adicto» de las quejas.

Quejarse se ha convertido para él (o ella) en una vía de escape donde ve reducidos sus reacciones físicas y mentales.

¿Qué pasa antes de quejarme? vs ¿Qué pasa cuando me he quejado?

Antes:

  • el pulso se altera
  • sudan partes del cuerpo: manos, axilas, …
  • temblores
  • dilatación pupilar
  • tensión muscular en nuca. mandíbula, manos
  • respiración entrecortada y de mala calidad, no es profunda ni rítmica
  • los pensamientos que generan esas emociones se encadenan unos a otros llegando al extremo

Después de quejarnos:

  • alivio manifestado en liberación tensional física y emocional
  • vuelve una respiración más profunda y rítmica, quizás abdominal
  • el cuerpo siente relajación
  • pensamientos que generan cierta sensación de indefensión ante el mundo,
  • las creencias que alimentan sus quejas se ven reforzadas

Es como una olla a presión, el fuego que la caliente son las interpretaciones mentales de lo que está percibiendo como injusto.

Cuando llega a un punto de ebullición, reduce la tensión expulsando vapor caliente, en nuestro caso, comentarios negativos cargados a veces de ira, por ejemplo.

Una solución que he usado en algunos momentos de mi vida cuando me encontraba así era «evitar quejarme» a pesar de ver, sentir, o pensar en esa injusticia, esa queja. De esta manera, conseguí disipar las quejas que no conducían a nada.

Una reflexión que puede ayudarte a eliminar las quejas de tu vida

Intentando no caer en la simplicidad, mientras no aceptemos y busquemos una nueva manera diferente de ver nuestra situación y hacernos preguntas del tipo: ¿me ha servido para algo quejarme? ¿Cómo me hace sentir? ¿Cómo se sienten las personas que me rodean?

Quejarse es un derecho, lo entiendo, pero cambiar, mejorar nuestra vida en general, es un deber.

Quizás deberías tomar consciencia de que no basta con ser víctima de cuanto acontece a tu alrededor, de cuanto te sucede, sino que hay que tomar el control y pasar a la acción evitando dispersarnos en cosas que no nos interesa, en las cuales perdemos energía, para ello debemos focalizarnos en objetivos reales, cercanos, que estén a nuestro alcance.

Por supuesto, hacer esto es solo una solución, y no te va a garantizar que los consigas, pero si estarás en el camino que te brindará la oportunidad de conseguirlos.

¿Quieres quejarte? ¡Adelante! Todo tuyo

Si todo lo anterior no te ha servido de nada, prueba algo nuevo. Intenta quejarte cada 10 minutos de algo, pero no pares hasta que vayas a la cama. Si si, quéjate de todo cuanto te rodea, haz incluso un esfuerzo si es necesario. Te reto a que estés siempre pensando en cosas negativa, algo que te enfade, y que haga crecer en ti la frustración y la ira.

Pero sigue así un día, dos, el tiempo que quieras. Total, si motivos para ello hay infinitos. Y si te cansas, sigue quejándote.

Quien sabe, igual te dan un premio.